sábado, 11 de agosto de 2012

Eran las tres a.m. cuando tu nariz rozo la mía, la ventana se abrió, y unas chispas encendieron el ambiente. El espacio se volvió rosa, y tu sonrisa tiño mi despertar. Fue aquella caricia en los pies la que hizo al aura brillar, fue tu aire el que inundo nuestro despertar. Un rasguño con la suavidad de mil nubes. Una luz que incendio lo escondido, y grito hasta enciegarse.

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